La única manera de resistir a los ininterrumpidos ataques del capital y sus agentes, es emprendiendo luchas reales y por medio de otros métodos, otros medios y otros objetivos que los que decretan los aparatos sindicales colaboracionistas y sus seguidores.
Ha llegado la hora de que el Primero de Mayo vuelva a ser el día internacional de lucha de los proletarios de todos los países por la defensa de sus condiciones de vida y de trabajo; es hora de romper radicalmente con las políticas de colaboración de clases a las que nos tienen acostumbrados las organizaciones sindicales reformistas: estas nunca han aportado mejoras durables y considerables a los trabajadores, por el contrario, estas no han hecho sino fragmentar a la clase obrera en mil capas, categorías y sectores que se aislan y corporatizan, facilitando la rivalidad entre los mismos proletarios, entre nacionales y extranjeros, entre los mismos obreros extranjeros ora “legales”, ora “clandestinos”, entre parados y activos, entre precarios y regulares, entre jóvenes y viejos, entre hombres y mujeres, etc, competencia que los patronos y el Estado burgués ha esgrimido como arma suprema contra los propios proletarios.
Gracias a la Segunda Carnicería Mundial, se sucedieron décadas de expansión económica y de crecimiento gigantesco de beneficios para los capitalistas, permitiendo a estos últimos arrojar algunas migajas a los trabajadores. Pero estas concesiones no fueron acordadas sino bajo la presión de las luchas obreras, evidentemente con el fin de garantizar la paz social, lo que se tradujo en los hechos por la desaparición de la lucha de clase, la verdadera amenaza a su dominación.
Sin embargo en los últimos tiempos, al ritmo de las crisis económicas sucesivas, y bajo la imperiosa necesidad de mantener y aumentar sus ganancias, los capitalistas de todos los países se han concentrado en arrancar progresivamente las mejoras obtenidas por los trabajadores en las décadas precedentes, aumentando en cantidad e intensidad su explotación, atacando continuamente sus condiciones de vida y de trabajo.
La precaridad que hoy golpea a miles de proletarios, jóvenes, remplazantes, indocumentados, desempleados, es el real y único destino que el capitalismo ofrece a los trabajadores, tanto en los países pobres, más o menos desarrollados, como de los países ultra-desarrollados que tiranizan al mundo.
Es el capitalismo quien aumenta cada vez más las desigualdades sociales, que empuja a las clases antagónicas a su trinchera; es el capitalismo que acrecienta cada vez más las diferencias entre países ricos y países pobres, que condena a sus proletarios a la miseria más abjecta y al hambre; es el capitalismo que, por producir demasiadas mercancías, demasiados capitales, es golpeado periódicamente por recesiones cuya causa no es otra que esta superproducción que, en algún momento, inevitablemente hundirán al mundo en una grave crisis económica general de la cual el capitalismo no podrá salir sino a golpes de destrucciones y de una nueva guerra mundial – si el proletariado no logra detenerla con la revolución.
Desde 1945, prácticamente el mundo no ha conocido un solo día sin una guerra que estalle en algún ángulo del planeta; y es que el capitalismo no conoce más que esta solución para arreglar sus problemas y contradicciones. La amplitud, la duración y la extensión de las guerras dependen siempre de la intensidad de los antagonismos y choques de intereses; por eso, no hay crecimiento económico capitalista sin agravamiento de los antagonismos y de todos los demás factores que conducen a la guerra.
No es por azar que, antes de invadir al Afganistán y luego a Irak además de amenazar a Irán, bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo, el gobierno norteamericano haya inventada el concepto de guerra preventiva; no es por azar que Rusia se rearme y la China comience a mostrar sus colmillos; no es por azar que el gobierno francés se vuelve a integrar a la OTAN. Más allá de la lógica circunstancial de estas decisiones tomadas por los imperialismos más fuertes, esto no puede ser más que la demostración de que tan igual como el capitalismo genera en forma permanente “guerras localizadas”, de la misma manera e inexorablemente se encamina hacia crisis insuperables cuya consecuencia será un nuevo conflicto mundial.
Sólo hay una fuerza que puede detener esta carrera infernal hacia la guerra : la fuerza de los proletarios, cuya explotación crea las ganancias capitalistas, que es lo que le permite seguir de pie este modo de producción inhumano.
Sin embargo, los trabajadores no pueden salir de su impotencia actual y expresar esta fuerza capaz de derrocar al capitalismo sino a condición de superar la rivalidad que los divide, de romper con las prácticas sindicales de colaboración de clases que no hacen sino paralizarlos, de organizarse por la lucha de defensa exclusiva de sus intereses propios – en una palabra, ¡a condición de retomar la vía de la lucha independiente de clase!
Las “reformas” anti-obreras actuales no se deben a la particular maldad de los capitalistas. Lo mismo, ningún “diálogo social” podrá jamás convencer a los capitalistas de frenar conscientemente su ofensiva y su explotación sobre los proletarios: proletarios y capitalistas no son “actores sociales” que se complementan para arreglar las cosas, sino adversarios de clase!
La única manera de resistir a los ininterrumpidos ataques del capital y sus agentes, es emprendiendo luchas reales y por medio de otros métodos, otros medios y otros objetivos que los que decretan los aparatos sindicales colaboracionistas y sus seguidores.
Estas luchas, para que puedan tener éxito, no deberán dejarse en las manos de estos aparatos indisolublemente ligados a las instituciones de la colaboración de clases y que no harán otra cosa que traicionarlas y sabotearlas, tal como se nota un poco en todas partes.
La sola manera de resistir a los ininterrumpidos ataques del capital y sus agentes, es emprendiendo luchas reales y por medio de otros métodos, otras herramientas y otros objetivos que los que decretan los aparatos sindicales colaboracionistas y sus seguidores.
Estas luchas, para que puedan tener éxito, no deberán dejarse en las manos de estos aparatos indisolublemente ligados a las instituciones de la colaboración de clase y, por lo tanto, no harán otra cosa que traicionarlas y sabotearlas, tal como se verifica un poco en todas partes. Luego, la organización de los trabajadores sobre bases de clase, independiente y contra las orientaciones colaboracionistas, es una necesidad.
- ¡Aumento general de salarios, poniendo más afirmación y vigor en el de los trabajadores con sueldos bajos y hasta miserables¡ - ¡Revalorización de todos los complementos sociales y del salario mínimo nacional! Empleo inmediato y permanente para los trabajadores interinos y precarios! - Reducción de la edad de jubilación y la pensión al 100%! - ¡Salario íntegro a los desempleados y a los piden trabajo! - ¡Regularización inmediata de los indocumentados! - ¡Ex-carcelación de los trabajadores y jóvenes detenidos por falta de documentos, por haber hecho huelga o por enfrentado a la policía!
Estas son algunas de las reivindicaiones inmediatas que responden a las necesidades más urgentes de los proletarios; pero las mismas no pueden ser obtenidas sino a través de una lucha general que reuna a los trabajadores por encima de los límites de la empresa, corporación, sexo o nacionalidad.
A sabiendas que todo logro o éxito serán de corta duración y rápidamente absorbidos, si de allí no se reemprende el camino de la lucha de clase contra el capitalismo y sus Estados.
¡Por la reanudación de la lucha de clase revolucionaria!
¡Por la unión de los proletarios de todos los países!
¡Por la reconstitución del Partido Comunista Mundial!
Partido Comunista Internacional
Correspondencia:
Editions Programme, 3 rue Basse Combalot 69007 LYON
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