Tomando como pretexto esta vez la participación de Estados Unidos en el golpe de Estado fallido de 2002, que no tiene otro propósito que el de suscitar la unión nacional entre todas las clases sociales para defender a la «patria», es decir, el Estado y la economía burgueses, la Administración Chávez ha lanzado una campaña sobre el riesgo imaginario de una invasión militar dirigida por el Gran Hermano del Norte; como toda campaña patriótica, nacionalista, chovinista que se precie, esta ha tenido por destinatario al proletariado; aquí se trata, en pocas palabras, de impedir que éste comprenda que sus intereses son diferentes y opuestos a los de las clases burguesas y pequeño-burguesas. La experiencia histórica es formal y categórica: el proletariado no podrá defender sus intereses si no se organiza y lucha sobre bases independientes de clase. Y, la única forma de solidaridad que podrá recibir, será la de sus hermanos en lucha de todos los otros países contra sus propias burguesías. El antiimperialismo proletario no tomará su verdadero vigor sino del combate de clase, cuando éste se reanude dentro de las fortalezas imperialistas, en este caso, la reanudación de la lucha de clase del proletariado norteamericano; lejos y difícil, pero lo más real.
LAS FALSEDADES DEL SEUDO-ANTIIMPERIALISMO REVOLUCIONARIO CHAVISTA, O LO QUE HAY DETRÁS DE UNA SUPUESTA INVASIÓN MILITAR ESTADOUNIDENSE
I) Todos los discursos anti-americanos de Chávez en el fondo no reflejan otra cosa que las aspiraciones del capitalismo venezolano de mejor defender sus intereses, de demostrar que ha terminado de «ponerse los pantalones largos», que ya no necesitan del caro asesoramiento político y económico de los Estados Unidos. Pero, al mismo tiempo, su gobierno ha dado todas las garantías al «Imperio» de ser su más seguro abastecedor de petróleo, confirmando así una de la más grandes reciprocidades comerciales que existe en todo el continente americano. Nada más elocuente que la siguiente frase de «un funcionario del Departamento de Comercio de Estados Unidos que sigue de cerca el comercio con Venezuela, el cual solicitó que no lo identificaran debido a la tensión de las relaciones entre ambos países»: —«Hay retórica y hay negocios», «Los venezolanos no pueden producir su petróleo sin nuestro equipo. Es tan simple como eso’’ (1).
«Hay retórica y hay negocios», y Chávez repite que «no podemos separar la estrategia energética petrolera de la diplomacia»... Cualquier persona puede deducir que hay mentira: lo que vocifera Chávez; y hay verdad: ¡lo que hace y es en los hechos el gobierno de Chávez! ¿Que los negocios nada tienen que ver con la política? ¡Más idiotas no nos pueden tratar, cuando sabemos que una guerra en Irak es actualmente librada, en gran parte por el petróleo que allí se encuentra; que Chávez abastece de combustible a los Estados Unidos quien luego lo utiliza para llenar los tanques de los bombarderos que van a esa guerra; y que el primero gana influencia política –es decir, presiona y hace chantaje– vendiendo a precios «preferenciales» el petróleo a otros países caribeños, a cambio del boicot a los tratados comerciales con los usenses, y a los países sudamericanos y africanos, a cambio de un voto a su favor en el Consejo de Seguridad de la ONU!
¡Como un «diablo» más, enviado desde el infierno a esa «cueva de bandidos», Chávez, en nombre de la patria, ha logrado al mismo tiempo hacerse respaldar por el pueblo venezolano, es decir, por todas las clases sociales más allá de los antagonismos «mezquinos» propios a la sociedad dividida en clases, a la sociedad capitalista y burguesa!
II) No deben haber dudas acerca del carácter y lo que es en esencia el gobierno chavista, comencemos porque Chávez no es un revolucionario proletario comunista, aunque tampoco se le puede calificar de ser un revolucionario desde el punto de vista burgués; un revolucionario burgués utilizaría la masa enorme de recursos obtenida del petróleo para desarrollar a fondo el capitalismo, imponiendo sacrificios tanto a burgueses como a las masas. Se lanzaría en gastos invirtiendo en empresas inevitablemente deficitarias, para así diversificar la base económica del país, arrojando las bases de una industrialización «endógena», nacionalizando los sectores parasitarios, protegiendo al mercado nacional, renovando su parque tecnológico en materia petrolera, etc. y para lo que tendrá que recurrir al crédito y la inversión externas. Es lo que han hecho por ejemplo los argelinos (con éxito notable, aun si estaban más atrasados que los burgueses venezolanos) o los chinos, y es lo que han tratado de hacer, con más o menos buenos resultados, los jóvenes países salidos de la lucha anti-colonial. El problema no está en las cualidades de Chávez o Ben Bella, sino en la situación social: Mao, o el argelino Ben Bella, tomaron el poder dentro del cuadro de una revolución burguesa (o anti-colonial, que para el marxismo es idéntico) que bajo su impulso logró movilizar a las amplias masas. Chávez las moviliza en función del flujo o reflujo de los precios del petróleo.
Los gobiernos que se han sucedido en el poder desde la nacionalización del petróleo de 1976, han usado el petróleo para pagar la corrupción generalizada y sobornar a la masa. Sin fallar a la regla, Chávez utiliza las migajas que dan los márgenes de los altos precios del crudo; promueve reformas de estampa progresista por medio de las llamadas «misiones» de asistencia social, totalmente provisorias y determinadas por este ingreso, pero siempre atento al clima de seguridad para los negocios de la burguesía venezolana.
III) Hoy en Venezuela, como ayer en Chile, no hay ninguna revolución burguesa a la orden del día (o a punto de llegar), que pudiera alimentar energías revolucionarias burguesas.
Tanto hoy en Venezuela, como ayer en Chile, se trata de las dificultades de un capitalismo y una burguesía poco desarrollados, buscando cómo mejorar su competitividad en el mercado mundial, dentro de la división general del trabajo, en la jerarquía mundial del capitalismo– pero que vive amenazada por explosiones sociales (evidentemente estamos lejos de decir que una revolución puede estallar en todo momento).
Tanto Chávez como Cisneros (el mayor grupo capitalista privado venezolano), o el aspirante dictador del golpe fallido, se encontrarán siempre delante del problema de cómo garantizar los intereses del capitalismo venezolano (y por supuesto, los intereses de tal o cual empresa) y evitar, al mismo tiempo, esa explosión; cómo valorizar mejor las ingentes entradas petroleras buscando diversificar su clientela (China, Europa, Irán), y demostrar al mismo tiempo a su principal cliente, los Estados Unidos, que respetarán sin protestar los contratos establecidos, y que no cesarán de proveerlo de crudos: lo contrario sería un suicidio para el gobierno venezolano. Lo que cuenta en definitiva para los capitalistas estadounidenses no son los discursos contra Bush en la ONU, en la radio o la TV, sino el flujo ininterrumpido de petróleo.
IV) Los viejos rapaces burgueses tienen horror de Chávez y su «socialismo», así como los burgueses chilenos tenían horror de los discursos socialistas de Allende; pero mientras que Allende como Chávez consigan mantener tranquilas a las masas, los burgueses se habituarán a estos discursos que no pasan de las palabras. En Venezuela, los burgueses soportan su discurso, mientras los negocios vayan bien y el precio actual del petróleo se siga manteniendo.
Pero a partir del momento en que Chávez, como Allende en el pasado, comiéncen a tener dificultades en engañar a las masas, y que estas se vuelvan amenazantes, los burgueses prepararán el método fuerte, pese a riesgos y costos, una y otra vez, y golpearán mucho antes que los proletarios hayan roto con Chávez (o con Allende, hace treinta años), buscando tomarlos desarmados y por sorpresa. Es eso lo que ocurrió ayer en Chile., y es eso lo que ocurrirá mañana en Venezuela. Trotsky decía que la llegada de los reformistas al gobierno es la última solución que utiliza la burguesía antes de la guerra civil. Puede también pasar que los reformistas, habiendo logrado apaciguar a las masas miserables, pierdan pacíficamente el poder, cosa que ocurre cuando la situación del capitalismo se ha mejorado, permitiendo una redistribución suficiente como para hacer bajar las tensiones sociales.
Pero, esto último sólo ocurre en países capitalistas más desarrollados o en aquellos que pueden contar con riquezas suficientes y consecuentes (2).
Chávez está perfectamente consciente de todo esto, y por lo mismo avisa a los burgueses que él es el único capaz de impedir a los proletarios de salir a la calle, o bajar de los cerros; puesto que él está en el poder para proteger a estos proletarios de los rapaces intereses de los burgueses. Es este rol que los burgueses representantes de las debilitadas estructuras del poder oligárquico tradicional (la llamada burguesía «compradora», ligada orgánicamente a los intereses del imperialismo usense) le encomiendan, y lo que también tiende a agigantar más el poder personalista de Chávez.
Los reformistas siempre se sumergen en el «error» de reducir el sistema de dominación capitalista a un régimen político específico; peor aún, no pueden entender que entre democracia y fascismo sólo se trata de métodos diferentes de violencia centralizada por el Estado burgués: una potencial (la democracia) y otra cinética (el fascismo). Con más razón no pueden ver en Chile su futuro, pensando que lo que pase, o pasará, no será sino la consecuencia de las malas acciones provocadoras e irresponsables de la extrema izquierda, que «las campañas en defensa de los trabajadores y contra los malos métodos utilizados por los patrones en su contra, son contrarrevolucionarias, dan herramientas a la contrarrevolución, son intentos de desestabilización de las instituciones públicas» (3).
Los reformistas piensan siempre igual, y cometen siempre los mismos «errores»; cuando son sinceros (¡segun Engels los sinceros son los peores!) sueñan con un capitalismo sin contradicciones, humano y social (¡otro capitalismo es posible!) y acusan siempre a los proletarios de provocar a los burgueses con sus egoísmos y sectarismos. Los proletarios deben estar conscientes de todo esto, por lo tanto, para no terminar aplastados por la represión, no deben dejarse llevar por lo que dice Chávez, ni caer en la trampa de los reformistas. Es preciso denunciar y desenmascarar permanentemente todas las mentiras ideológicas, todos los discursos vacíos pseudo-socialistas, todas las ilusiones del reformismo, toda la verborrea pseudo-revolucionaria que sólo esconden la realidad –reafirmada segundo a segundo– del orden capitalista, su Estado, su policía, su Justicia y su ejército –o sus «reservas bolivarianas»– listos y dispuestos a golpear.
V) Si a los imperialistas estadounidenses les pasa por la cabeza que otro gobierno podría representar mejor sus intereses en Venezuela, lo primero que harían sería buscar apoyo en sus partidarios locales dentro del ejército, y nunca cometerían el error de enviar a sus propios soldados; así como no lo hicieron en Chile, ni en Brasil, ni en Guatemala (como tampoco lo harán en Cuba). Si lo han hecho en el pasado sólo ha sido en los países pequeños de América Latina.
En Venezuela, desde 1918, (época en que se inicia la era petrolera) en más de una ocasión de su historia, en sus coyunturas más cruciales los militares han participado directamente en la política, con apoyo de la izquierda, sobre posiciones nacionalistas y anti-americanas. Chávez viene de esa tradición llevando a cabo el anhelado programa «socialista» de los guerrilleros venezolanos. Este programa, en líneas generales, influenciado hasta los tuétanos por el estalinismo, confunde groseramente nacionalización o estatalización con socialismo; pretendiendo ver allí una reapropiación de la riqueza social por parte del «colectivo», cuando esta nacionalización no es más que la forma extrema de monopolización burguesa de los medios de producción y de los productos.
Así, el antiimperialismo de fachada de Chávez no queda sino como un buen medio para cimentar, en nombre de un infernal nacionalismo patriotero, la unión de las masas con el Estado y el capitalismo venezolanos. Sirve además para impedir la organización y la lucha sobre bases independientes y de clase de los proletarios.
VI) Para el marxismo las contradicciones inter-imperialistas se subordinan a las contradicciones propias de la lucha de clases; el antagonismo burguesía-proletariado no se disuelve en las contradicciones inter-imperialistas o de liberación nacional, ni tampoco en las veleidades de una revolución nacional popular (4) como en Cuba –hace 50 años–, y como siempre lo ha propuesto el estalinismo, a menos que Chávez piense resucitar el muro de Berlín o los antiguos satélites del social-imperialismo soviético...
Insistimos en que la situación política en Venezuela no obedece a las contradicciones inter-imperialistas en tiempos de la pasada guerra fría, tampoco a una lucha tercermundista contra el colonialismo de los imperialistas, ellas no obedecen sino al conjunto de contradicciones sociales de todo régimen capitalista, que en Venezuela, a pesar de los ingentes recursos actuales, continuarán agudizándose. Venezuela es un país sacudido además por toda la situación mundial y es lógicamente empujada por las necesidades de su propia burguesía. Siendo el petróleo una de las materias primas esenciales para la economía capitalista, y Venezuela siendo su cuarto productor más importante, sin duda que se hace proclive todavía más a sufrir los vaivenes de la situación económica mundial.
Aunque esto no resulte obvio para las masas proletarias, puesto que son las principales víctimas del capitalismo que las condena a vivir en la ignorancia, son sus luchas inmediatas por techo, trabajo y salario que estas deben tomar en cuenta por encima de otro intereses, por ínfimas que estas sean a nivel independiente, pues, son mucho más importantes y esenciales para su próxima revolución que las supuestas luchas por la Patria, el presidente, o Dios o tribuno.
Esa es la base esencial, la que parte de las necesidades más vitales –e inmediatas– hacia la lucha de clase; base sin la cual no se puede pasar a la lucha política, en otras palabras, pasar de clase en sí (clase-estadística) a clase para sí (clase revolucionaria, por lo tanto, partido de clase). Es desde allí que el marxismo y la lucha de clase, la lucha abierta del proletariado, cobran sentido para la historia. Por lo tanto, no se puede hablar de socialismo si ello no implica la experiencia de lucha de los trabajadores contra la explotación capitalista, la única de la cual se desprende la necesidad de comunismo.
VII) El chavismo no puede tomar como pretexto el improbable carácter revolucionario de una indemostrable burguesía apegada sólo a lo nacional, y organizar con estas clases un «proceso socialista», y tal como Mao proponía «de formar con ella un frente unido contra el imperialismo y contra los gobiernos de los burócratas y señores de la guerra», cuando hoy en día el modo de producción capitalista en Venezuela es dominante y el antagonismo fundamental es burguesía-proletariado. Querer ahogar esta primera contradicción en un frente único antiimperialista, es liquidar toda posibilidad revolucionaria de derrocar a la burguesía y de arribar al socialismo proletario, eliminando al mismo tiempo el marxismo y haciendo caducos sus postulados y principios.
La misma ley de desarrollo desigual y combinado de la economía capitalista-imperialista mundial y por la división internacional del trabajo que esta impone, implica que sin la destrucción y ruina social general en los países de la periferia o de frágiles burguesías, las economías de los países imperialistas no podrían contener las arremetidas de sus propios proletarios. ¿Quiere esto decir que los antagonismos de clase desaparecen para dejar campo a la lucha de liberación nacional? ¡Es evidente que no! En Venezuela, como ya hemos dicho, no es una revolución democrática burguesa, ni una revolución «por etapas» o democrático-popular como pretendía Stalin, lo que está a la orden del día.
VIII) Aun cuando la burguesía y el capitalismo venezolanos son todavía débiles como para asumir toda la producción, y deba encargar al Estado de realizarla, este mismo hecho de hacer pasar el desarrollo del capitalismo de Estado por socialismo, ha sido siempre una de las mixtificaciones más peligrosas del reformismo y posteriormente del estalinismo, que desde un principio los marxistas han combatido: estos han afirmado que más el Estado hace pasar fuerzas productivas bajo su ala, más este explota a los proletarios y más este se transforma en capitalista colectivo (c.f. Engels, «Anti-Dühring»).
Es decir que la vía al socialismo no puede comenzar sino por la destrucción del Estado burgués y la instauración de la dictadura del proletariado. La vía reformista que defiende al Estado y las instituciones burguesas y llama a los trabajadores a movilizarse en defensa de la economía nacional, es en consecuencia una vía capitalista, antiproletaria.
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Por ahora, no hay duda que el reformismo soporífero del chavismo, gracias a los ingresos petroleros que le han permitido distribuir algunas migajas a las masas, ha logrado comprar la paz social; ha comprado a los grupos de militantes potencialmente críticos, ha podido todavía seguir engañando e ilusionando a las amplias masas con un socialismo siglo XXI imposible de definir, sobre todo si lo emparentamos a la lucha de clase proletaria.
Ha engañado ante todo a una buena parte del proletariado venezolano, que aparte de soportar la carga económica mayor en esta sociedad, todavía expresa cierto entusiasmo e iniciativa de marchar (¿indefinidamente?) en las calles, cada vez que Chávez llame a la movilización, en respuesta a igual cantidad de manifestaciones de la oposición, como hasta ahora ha sucedido.
Pero el reformismo que propugna el chavismo no es la expresión real de los proletarios, sino la expresión de sus ilusiones, la expresión de su dominación por parte de fuerzas que les mienten: fuerzas ligadas a la burguesía y al Estado burgués. Como ahora el deporte, y desde siempre la religión, políticamente el reformismo es "el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el alma de las condiciones despiadadas, es el opio del pueblo" (Marx). ¡El chavismo es una religión!
Como ya lo hemos explicado en «El golpe fallido en Venezuela...», igual que en Chile, ha sido la crisis política lo que ha conducido a Chávez al gobierno. Luego de su intento frustrado por tomar el poder militarmente, los grupos capitalistas dominantes (Cisneros entre otros) inquietos por el descrédito de la clase política, pensaron que este político reformista, incluso hablando de revolución socialista, era la mejor garantía contra los riesgos de una revolución verdadera. También Allende hablaba de socialismo, de la «vía chilena al socialismo», pero para evitar que los proletarios tomaran la vía no para ir al socialismo, sino para defenderse contra los capitalistas: la vía de la lucha de clase...
Hay sin embargo diferencias entre Chile y Venezuela, dado que la situación del primero –así como su historia social y política– era más de tipo clásico, a la europea, con un desarrollo más notable de sindicatos y otros partidos reformistas, etc. que en Venezuela. Mientras que para lograr influencia sobre las masas, Chávez debe contar mucho sobre su verbo, cuya radicalidad no puede expresar más que la ausencia de un poderoso aparato reformista, tal como lo era el Partido Comunista, el Partido socialista y los sindicatos chilenos. Lo que en los hechos no significa más que una frágil influencia sobre las masas, a diferencia de Chile donde Allende y las fuerzas reformistas sí pudieron mantenerla, de manera que la arena en los ojos no durará mucho tiempo... sino es apuntalada con petróleo.
Las leyes inmutables del mercado están allí para recordarnos que el descubrimiento de nuevos yacimientos o la reanudación de la explotación de viejos pozos harán que su alto precio actual baje. Otro elemento incalculable es la inevitable crisis económica mundial que se avizora en el horizonte. Entonces los márgenes del reformismo se vendrán abajo, y los burgueses buscarán cómo deshacerse del «tipo» que tantos dolores de cabeza les ha producido en el terreno diplomático.
¿Doble poder?
Muchos elementos de vanguardia del proletariado pudieran imaginarse que la situación política en Venezuela es la de un poder burgués que se debilita, que hay que «ocupar los espacios» y «aprovechar los recursos», posiblemente creyendo estar ante una situación de «doble poder», cuando en realidad no existe actualmente un período que se pueda catalogar de revolucionario, donde el Estado burgués está obligado a tolerar al menos el embrión de otro poder antagónico. Ejemplo típico fue la revolución de febrero de 1917, en que la monarquía abdicaba para dar paso a una República, pero los proletarios que no le tienen confianza a nadie para hacer su propia tarea se organizaron en Soviets. El gobierno de Kerensky se veía obligado a tomar en cuenta la opinión del Soviet central –aun cuando en este soviet los mismos partidos eran mayoría igual que en el gobierno– y no era sino bajo acuerdos previo que sus decisiones eran aplicadas. El gobierno disponía de pocos soldados en la capital y obedecían cada vez menos a su jerarquía. Otro caso fue en España, en Cataluña luego del golpe de Estado de Franco y la respuesta masiva del proletariado, aparentemente el poder de Estado se había volatilizado, los sindicatos eran los que dirigían las empresas, la policía había «desaparecido», son los milicianos quienes se encargarían de la administración de la ciudad, de regular la circulación, etc., y es la Junta revolucionaria la que dirige. Los trotskistas, siempre en busca de atajos para hacer la revolución, habían teorizado que había que fijarse como objetivo no la revolución y la toma del poder, sino la instauración del «doble poder». En efecto, la existencia de un «doble poder» no puede ser más que una situación transitoria, y no una etapa obligada u objetivo para los comunistas, ella es más bien el producto de la inmadurez de la revolución.
En Rusia, el partido bolchevique, que sí sabía lo que quería y hacia dónde iba, pudo arrastrar tras de sí al proletariado, haciendo desaparecer este doble poder e instaurando un poder único de clase.
En España, ante la ausencia del partido proletario, el poder burgués pudo esperar el agotamiento del movimiento para lanzar su contraofensiva en el campo republicano (contrarrevolución «enmascarada»), mientras que la contrarrevolución abierta de Franco progresaba sin obstáculos.
En Alemania de 1918 (y en Austria) el episodio de «doble poder» fue todavía más breve, los socialdemócratas a la cabeza de los Consejos sólo se apuraron para restablecer el poder del Estado burgués, su parlamento, su constitución, su ejército y su policía.
En Venezuela, ¿La Fuerza Armada, la Policía, la Justicia, se encuentran incapacitadas para funcionar normalmente? ¡En absoluto!
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(1) Simon Moreno, periodista del New York Times y especialista de la política venezolana, conocido en particular por defender las posiciones de los medios financieros norteamericanos, haciendo incluso campaña contra Chávez durante el golpe fallido de 2002, publica un artículo donde habla de las ricas y dinámicas relaciones económicas de Venezuela con Estados Unidos, destacando la divergencia entre las palabras de Chávez y el incremento de estas mismas relaciones económicas desde que Chávez se encuentra en el poder; así, por ejemplo:
«Impulsado [Venezuela] en buena medida por [los] crecientes ingresos petroleros, el comercio aumentó en 36 por ciento durante el 2005, quedando en $40,400 millones. Esto representa el crecimiento más acelerado en valor de carga entre los 20 socios principales de comercio de Estados Unidos, según WorldCity, empresa con sede en Miami que sigue muy de cerca la actividad comercial estadounidense». Los voceros oficiales norteamericanos han hecho notar que, si bien los líderes en Washington y Caracas pudieran verse mutuamente con desagrado, hay pocas formas de evitar que el apetito comercial en ambas naciones traicione esas diferencias. En particular, cuando se trata de petróleo, las economías de estos países aún son mutuamente dependientes»
Tenemos el interesante caso de la tan denunciada y odiada pero sólida corporación Halliburton, la misma que detenta los contratos más jugosos en plena guerra de Irak, el periodista hace notar que:
«Con 10 oficinas y 1,000 empleados en Venezuela, Halliburton ganó en fecha reciente un contrato para ayudarle a Petrozuata, empresa conjunta entre la paraestatal del petróleo venezolano y la ConocoPhillips, en la extracción del hidrocarburo de yacimientos en el oriente de Venezuela.
(...) Melissa Norcross, una de las portavoces de Halliburton en Houston, se negó a ofrecer comentarios específicos acerca de las actividades en Venezuela, pero dijo que la empresa había operado en el país desde hacía más de 50 años. En su expediente de julio ante la Comisión Cambiaria y de Valores (SEC), Halliburton informó que su grupo de servicios de energía, el cual ayuda a empresas que hacen perforaciones en busca de petróleo, había alcanzado un crecimiento en ventas de dígitos dobles en Venezuela durante los primeros seis meses del 2006, neutralizando así una declinación en México. (...)
De cualquier forma, la demanda de productos estadounidenses aún es fuerte. General Motors, Ford y otros fabricantes de automóviles están tratando de cubrir la creciente demanda, registrando en julio un aumento de 28 por ciento en las ventas respecto del año pasado. GM, el mayor fabricante de automóviles en Venezuela, dijo este mes que invertiría $20 millones para expandir la producción en 30 por ciento, sumando 600 nuevos trabajadores. (...)
Los flexibles y resistentes nexos con Estados Unidos son demasiado para algunos detractores de Chávez en la izquierda, incluido Douglas Bravo, ex comandante guerrillero de orientación marxista que estuvo cerca de Chávez en alguna época, pero que ya rompió con él a causa de la profunda dependencia venezolana de las empresas del ramo energético de los países industrializados. ‘Si ven su discurso y oratoria, este es un gobierno revolucionario,(...) pero, si ven lo que ha logrado, este es un gobierno neoliberal»(C.f. El Nuevo Herald Miami, 20/8/2008)..
Según el Financial Times (17/8/2006), «Oscar García, presidente del Banco Venezolano de Crédito, dice que desde finales de 2005 un grupo de bancos venezolanos también se ha beneficiado del control de cambios decretado por el gobierno, invirtiendo en el mercado de los bonos argentinos en dólares.
En los últimos meses el gobierno ha cambiado 3,6 mil millones de dólares por bonos argentinos. Estos son vendidos al cambio oficial del bolívar, en gran parte a los bancos locales para absorber el exceso de líquido en la calle. A su vez, los bancos revenden los bonos y logran ganancias al comprar la moneda venezolana a la tasa más elevada tolerada en el mercado negro. No se sabe cuánto ganan en estas operaciones de arbitraje, ya que las operaciones a corto plazo no aparecen en sus libros de contabilidad. Pero ciertos economistas estiman que para algunos bancos estas representan su más importante fuente de ingresos.
‘Gracias a las estrictas relaciones de algunos bancos con el gobierno, los bancos en Venezuela se comportan extremadamente bien, mucho más allá de lo que sugieren estos libros, dice García».
El resto del artículo habla que esta «fiesta» podría terminarse si la «retórica» socialista se vuelve realidad. En realidad, esto dista mucho de ocurrir.
Al contrario, si el gobierno de Chávez organizó una especulación en provecho de la banca, según este órgano de los medios financieros de la City (Londres), gracias a las estrechas relaciones que mantienen ciertos bancos con el gobierno, podemos responder sin ambigüedades a la cuestión de saber cuáles intereses defiende el gobierno de Chávez, a qué clase representa, cuál modo de producción promueve en realidad.
(2) En lo que respecta a Venezuela, el crecimiento económico ha llegado al 9%, porcentaje relativamente alto en países como Venezuela, pero superlativos si fuesen alcanzados por países desarrollados (sólo China en los actuales momentos). Pero un factor persistente es la inflación que es hoy la más alta y la que más rápidamente crece en toda América Latina: Septiembre 2006: 1,9 % (Agosto 2006: 2,2 %); Enero-Septiembre 2006: 12,5 % . Ultimos 12 meses: 15,3 %. Enero-Diciembre 2005: 14,4 % (Fuente: Banco Central de Venezuela).
(3) «¡Hay que ver el tremendo daño que le hizo la extrema izquierda al compañero Salvador Allende!, le pusieron en bandeja de plata a los gringos la intervención, la extrema izquierda, trabajando para la CIA a veces sin saberlo!» («Aló, presidente», 2 de Octubre de 2005).
Estas palabras, sumamente peligrosas y amenazadoras fueron pronunciadas a propósito de los actos de «bienvenida» de los obreros de la zona minera de Bolívar donde una semana antes hubo varias alzadas de protestas esperando la llegada del presidente, que nunca llegó más que sobrevolando la zona (Puerto Ordaz y San Félix ) y sin atreverse a bajar y enfrentar las reivindicaciones de los obreros mineros, que se habían alzado justificadamente contra las intenciones del gobierno de no otorgar las reivindicaciones prometidas en la cogestión firmada por los sindicatos metalúrgicos, estas acciones se basaron principalmente en el cierre de las entradas de las tres ciudades de la región minera.
De este conflicto, Manuel Malaver, un periodista furioso anti-chavista hacía notar que:
«A 14 mil trabajadores siderúrgicos entre activos y jubilados les corresponde, en efecto, según el Acuerdo de Participación Laboral establecido en la Ley de Privatización de SIDOR de 1997, el 20 por ciento de las acciones de la más importante industria siderúrgica del país (...).
Pero Chávez no quería saber nada de «democracia participativa y protagónica» según se le informó que desde la 6 de la mañana ríos humanos salían de San Félix, se unían a manifestantes que ya se encontraban en Puerto Ordaz y procedían a cerrar todas las vías de acceso, así como el paso al distribuidor de Alcasa, la avenida Guayana, la redoma de El Dorado, la intersección en el semáforo de Guaiparo y otras calles adyacentes.(...)
Un auténtico alzamiento popular que hizo rodar al líder máximo por una pendiente de rabia, miedo, despecho y resentimiento, como que lo que le habían prometido los comisarios era un recibimiento ‘apoteósico’, con los obreros del sindicato patronal gobiernero, uno que llaman «Verdad Obrera Sindical» aclamándolo y las calles y avenidas preparadas para oír el decreto que leería declarando a Ciudad Guayana: «Capital del socialismo del siglo XXI».(...) Desde Venalum, por cierto, y en el mejor estilo de la CIA y el G-2 cubano, mandó a un grupo de agentes del anillo de seguridad presidencial a que se desplazaran con cámaras subrepticias por la ciudad para grabar a los manifestantes y así tener su propia versión de los sucesos.(…) Entretanto pronunciaba un encendido discurso condenando al latifundio, el capitalismo, el imperialismo, los Estados Unidos y se refirió con sorna a los obreros «que quieren vivir bien y parecerse a los ricos».
Pero también ordenó que los líderes sindicales de la protesta (Machuca primero que ninguno) sean detenidos, enjuiciados y llevados a la cárcel, como en efecto lo están siendo. Y que los comisarios Rangel, Álvarez, Lanz y Sequea, sean sacados de Guayana cuanto antes y a como dé lugar. «Otra vaina como esa no me la vuelven a echar esos carajos», dicen que comentó».
La acusación de «ultra-izquierda», cara a los reformistas de todas las épocas, en especial antes del golpe sangriento de 1973 en Chile, también se ha dejado oír en otro incidente protagonizado por trabajadores de la salud (FUTRAVISEM), quienes ante sus demandas no obtuvieron más que la acusación de «[dar] herramientas a la contrarrevolución, [de que sus denuncias] son intentos de desestabilización de las instituciones públicas» (Aporrea.org 25/10/06).
Vale agregar que, al contrario de Chile hace 30 años, en Venezuela, la ultra-izquierda es inexistente o más bien ligada al chavismo.
(4) Engels y Marx sentían horror por la versión «popular» de la revolución obrera; entre cien otros pasajes decían, en el prefacio a «La lucha de clase en Francia», que:
«Después de la derrota de 1849, nosotros no compartíamos en modo alguno las ilusiones de la democracia burguesa que contaba con una victoria inmediata y decisiva del «pueblo» sobre los opresores, sino que contábamos con una larga lucha, después de haber eliminado a los «opresores», entre los elementos antagónicos, que se ocultaban justamente en este "pueblo”».
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